viernes, 20 de febrero de 2009

Mi compañero

Yo tengo un ave viviendo en mi habitación. Vuela de un lado a otro, llamando mi atención. Cada día crece un poco más, vuela mejor y exhibe hermosos plumajes con tonos de atardecer. Esta ave me canta todos los días, sin que eso signifique tener que repetir su canción. A mi me gusta tenerlo conmigo y ver como aprende a vivir. No le quise poner nombre para mantener intacta su libertad.
Esta no es la primer ave que tengo. Hace ya, muchas vidas otro me perteneció. Esta era negra con el torso azul. También cantaba y volaba, ganándose mi admiración. Pero con el tiempo a mi ave se le oscureció el pecho y se le ahuecó la voz. Parecía que de repente se le había vaciado el alma. Sus melodías poco a poco se fueron convirtiendo en caprichosos chillidos, y su corazón en puro odio. Decidí que, a pesar de mi dolor, su lugar ya no era conmigo.
Por un tiempo no quise buscar más aves, temiendo volver a encontrarme con ese pájaro. Cerré mis ventanas, y me dediqué a reencontrar mis propias alas.
Una vez volando un poco lejos de mi hogar descubrí a este, mi nuevo compañero, cuando tan solo era un pichón. Llegó a mí como si fuera Navidad. Yo lo acogí, aunque con miedo a que se repita mi antigua experiencia. Por temor lo coloqué en una jaula, y allí lo observé. Días pasaron hasta poder decidirme a abrirle la puerta del encierro. El animal se mostró impaciente por darse a conocer. De a poco, la puerta fue quedando abierta por más tiempo, y el ave trinaba de felicidad.
Ahora yo lo veo viajar lejos y volver hacia mí, descansar a mi lado y jugar a enredarse en mi pelo.
Yo ahora disfruto de él. Yo ahora se que es mío. Yo solo quiero verlo crecer y convertirse en todo lo que yo sé que puede ser.
Ahora mi único miedo es que se vaya, y como el viento no vuelva más. Mi único miedo ahora, es quedarme sin su cantar.

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